Episodio 5. Científicas y princesas


El pasado 13 de octubre en el espacio Figuras Ocultas de Dos trillones de átomos hablé sobre los premios Princesa de Asturias y las científicas que los han recibido hasta el momento.
No son muchas, solo seis mujeres lo han recibido en la categoría de investigación científica y técnica pero podemos extender un poco el campo e incluir aquí a mujeres de ciencia que lo han recibido en otras categorías, como es el caso de Sylvia Earle, que lo recibió en 2018 en la categoría de Concordia o Esther Duflo, flamante Premio Nobel de Economía que lo recibió en la categoría de Ciencias Sociales en 2015

Dejo por aquí el podcast y una transcripción aproximada de lo que conté en este espacio.


La tenía que poner, estas somos Chory, Díaz y yo en el encuentro de las premiadas con los estudiantes del programa Toma la Palabra, de la FPA

Hablaremos de las científicas que han ganado el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica desde su primera edición en 1981

En casi 40 años son un número considerable las premiadas… lo cierto es que no, son únicamente 6 personas y eso considerando a las dos galardonadas en esta ocasión, Joanne Chory y Sandra Myrna Díaz

Joanne Chory es una botánica y genetista estadounidense, nació en Massachussets en 1955. Estudió en la Universidad de Ohio donde se graduó en biología y posteriormente hizo su doctorado en microbiología en Illinois. Entre 1984 y 1988 realizó un postgrado en Harvard y en 1988 se incorporó al Salk Institute como profesora asistente, desarrollando ya el resto de su carrera profesional en esta institución y compaginándolo con su trabajo como profesora en la Universidad de California –San Diego. En el Instituto Salk dirige el laboratorio de Mejora de Plantas.


Chory ha desarrollado un importante currículo investigador centrado en el estudio de cómo las plantas responden a estímulos externos como la luz, incluyendo el estudio de los mecanismos celulares y genéticos. Desde hace unos años su investigación se centra en el desarrollo de superplantas que sean capaces de capturar una mayor cantidad de CO2 del aire y almacenarlo en estructuras vegetales estables, de forma que contribuyan a reducir la contaminación ambiental.

Esto lo hace utilizando una planta modelo, la Arabidopsis Thaliana y modificándola genéticamente buscando tres características diferentes: aumentar la densidad de raíces, aumentar la profundidad de las mismas y aumentar la presencia de suberina en las raíces. La suberina es una molécula rica en carbono y muy estable, se degrada con mucha dificultad por lo que resulta un adecuado almacén de CO2. Ya han encontrado genes que son capaces de modificar estas características y su idea es llevar estos genes a plantas de cultivo para conseguir lo mismo con las mayores plantaciones del planeta. Además estas modificaciones mejoran el suelo, enriqueciéndolo en carbono, nitrógeno, fósforo y azufre y modifican la morfología del mismo, permitiéndole retener mejor el agua y por tanto haciendo las plantas más resistentes ante condiciones de sequía. (Esta investigación cuenta con un presupuesto de 35M$)

Chory ha recibido varios premios importantes además del Princesa, como el Gruber o el Breakthrough Prize in Life Science (3M$)

La otra premiada este año es la bióloga argentina Sandra Myrna Díaz (1961). Natural de la provincia de Córdoba estudió biología en la Universidad Nacional de Córdoba, graduándose en 1984 y obteniendo su título de doctora en 1989. Al acabar la carrera se incorporó como becaria al CONICET que es el equivalente argentino del CSIC, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y entre 1991 y 1993 realizó una estancia postdoctoral en la Universidad de Sheffield. A su vuelta a Argentina compaginó sus tareas como investigadora en el CONICET (actualmente es Investigadora Superior) con funciones de profesora en la Universidad Nacional de Córdoba.

Su investigación se centra en el área de la ecología vegetal y la biodiversidad y se especializa en el estudio del impacto del cambio ambiental global sobre la biodiversidad regional de los ecosistemas vegetales.

Ha tenido un papel muy importante en el desarrollo teórico y la implementación práctica del concepto de diversidad funcional, sus efectos sobre las propiedades de los ecosistemas y su importancia social.

Sandra Díaz desarrolló una nueva herramienta metodológica que permite cuantificar los efectos y beneficios de la biodiversidad de las plantas. Investiga las interrelaciones entre la biodiversidad y los cambios ambientales globales, entendiendo por tales no solo cambios de clima sino cambios del uso de la tierra. Para ella «la biodiversidad influye directamente en nuestra capacidad de contrarrestar el cambio global», por eso investiga «cómo los organismos que viven en un lugar afectan la productividad y la fertilidad de un sistema, la capacidad de ese sistema de persistir, de regularse y de producir beneficios a distintos actores de la sociedad». Le interesa ver qué pasa cuando cambian las especies vegetales que predominan en un sitio determinado. Esto tiene aplicaciones prácticas, por ejemplo, «algunos entes gubernamentales están muy interesados en el secuestro de carbono, es decir, tratar de conservar la mayor cantidad de carbono dentro de los ecosistemas para que no se vaya a la atmósfera y contribuya al calentamiento global.


En 2015 lo recibieron la microbióloga francesa Emmanuelle Charpentier (1968, directora de la Unidad de Ciencia de Patógenos de la Max Planck) y la bioquímica estadounidense Jennifer Doudna (1964, catedrática Universidad de California e investigadora del Instituto Gladstone) por el descubrimiento de la proteína Cas9 del sistema CRISPR que actúa como unas tijeras moleculares. Los nombres de Doudna y Charpentier (acompañados en muchas ocasiones del de Mojica) se barajan todos los años en las quinielas del Nobel. Ambas tienen muchos premios conjuntos (de nuevo muchos con Mojica) entre ellos el Gruber y el Breakthrough

En el año 2010 lo recibió la bioquímica estadounidense (1954) Linda R. Watkins (compartido con David Julius y Baruch Minke), esta científica es la menos conocida de todas las que lo han recibido (de hecho ni siquiera tiene página en la versión inglesa de la Wikipedia) por sus estudios sobre las células gliales como claves en el tratamiento neuronal del dolor. Descubrió por ejemplo por qué algunos tratamientos contra el dolor, que se dirigían a las neuronas no conseguían atenuarlo con éxito.

Y en 2003 la más mediática de todas, la primatóloga y etóloga inglesa Joan Goodall, estudiosa de los chimpancés y una de las personas, de las mujeres, que revolucionaron el estudio de los grandes primates. Ha hecho una gran labor en materia de conservación y bienestar animal.

(Y si queremos ponernos exquisitos podríamos incluir a la oceanógrafa Sylvia Earle aunque el premio se lo dieron de la Concordia por su papel en la protección de los océanos, en 2018, USA, 1935)

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