Inspiraciones y reflexiones (LNE)



Artículo publicado en LNE el 09-04-2017

Hace poco leía en un blog fantástico (cosasqmepasan.com) escrito por una mujer no menos fantástica una frase que me hizo reflexionar: “La enfermedad no es una batalla, no se lucha, se sufre. Convertir a los enfermos en luchadores es hacerles responsables de su enfermedad” (ver entrada completa aquí). Diversos motivos me han traído de vuelta a esa frase y querría compartir con ustedes mis reflexiones.
Otra mujer, a la que admiro y a la que quiero muchísimo, me hizo notar esta semana lo ridículo que es la expresión la batalla contra el cáncer. Hemos adoptado un lenguaje al referirnos a la enfermedad, especialmente en el caso del cáncer, en la que parece que todo está en nuestras manos, que jugamos en igualdad de oportunidades y con el mismo arsenal, cuando, a pesar de los innegables avances que hemos alcanzado en conocer cómo se producen las enfermedades y cuáles son los mejores protocolos para afrontarlas (iba a escribir enfrentarnos a ellas, es un mensaje que tenemos fuertemente interiorizado) aún nos queda mucho camino por delante, mucho que investigar, tantas bases moleculares y genéticas de las enfermedades por descubrir y cuántos tratamientos específicos por desarrollar.  
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Noto una cierta tendencia en algunos ambientes a culpabilizar a la sociedad en general, y a los enfermos en particular, del desarrollo de algunas enfermedades. A veces parece como si no hiciésemos lo suficiente por nuestra salud y por tanto todo nos puede pasar, mientras que si adoptamos ciertas recomendaciones nos aseguraremos una vida larga y sana. Hay un claro punto de partida, es evidente que una alimentación saludable (sin que esto quiera decir que existen productos milagro cuya mera ingesta permita vivir sin problemas hasta más allá de los 100 años) y hábitos deportivos moderados (en esto me temo que yendo un poco más allá de subir o bajar las escaleras de casa de vez en cuando) son conductas que mejoran nuestra calidad de vida y disminuyen los riesgos asociados al desarrollo de ciertas enfermedades. Pero verán, estoy un poco cansada de recibir mensajes simplistas que nos dicen que “haciendo XXX evitamos YYY” o que 1 de cada 3 XXX se evita con YYY, ¡SE EVITA!
Tenemos un sistema sanitario fantástico en el que hay grandes profesionales. Profesionales a los que debemos permitir que tengan el tiempo necesario para contar a sus pacientes lo que les espera en el curso de una enfermedad como puede ser el cáncer, para escucharles cuando sus pacientes refieran sus miedos o sus dudas. Médicos que tienen que esforzarse en simplificar los conceptos cuando tienen que simplificarlos, pero que tienen también que darse cuenta de que la sociedad cada vez está más formada y que simplificar un concepto no está reñido con ser riguroso. Que sepan trasladarnos los riesgos de los malos hábitos pero sin obviar que en muchos casos aún no sabemos las causas por las que se produce la enfermedad, que las últimas investigaciones, recientemente publicadas en Science, muestran que dos de cada tres mutaciones cancerosas provienen de errores al azar y solo un tercio de la herencia genética y los factores ambientales.  Médicos que cuando personal no cualificado recomienda abandonar tratamientos médicos de eficacia probada,  y sustituirlos por la hierba de moda o el tratamiento alternativo de turno pongan el grito en el cielo y la denuncia en la guardia civil. La información sobre salud es una de las que más preocupa a la sociedad, los médicos, el personal sanitario, los farmacéuticos, los científicos que trabajan en campos afines, pero también las administraciones públicas y otros organismos tenemos que colaborar para que la información que se proporcione sea veraz, y que nadie pueda abusar de la desesperación de enfermos o familiares para transmitir mensajes no contrastados y a menudo, si no siempre, enriquecerse a costa de la salud de los demás.
Igual que no debemos culpar a los enfermos de sus enfermedades por acción u omisión tampoco debemos pensar que si optan por “terapias” alternativas es porque son imbéciles. He comprobado en múltiples ocasiones que cuando le explicas a la gente en qué se basan algunas de las “terapias” de moda, y que es algo completamente diferente de lo que creían, lo ven desde una nueva perspectiva. Ese debe ser el objetivo de la divulgación en temas de salud, explicar lo que funciona y lo que no y por qué unas cosas funcionan y otras no lo han demostrado. Y que los científicos añadirán “por el momento”. Y tener la certeza de que si alguna de estas alternativas se demostrase eficaz sería rápidamente incorporada a la medicina, como ya ha sucedido en múltiples ocasiones. Este es el deber de los científicos y los profesionales sanitarios. Este es el poder de la buena ciencia junto con la buena comunicación.

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