El papel de la divulgación es acompañar, no imponer

Las estrategias para combatir las pseudociencias son tan variadas como las personas que las combaten. En los últimos años, además, el número de personas que señalan públicamente una pseudociencia como tal no ha hecho más que aumentar, y afortunadamente no se trata solo de individuos por sí mismos (aunque se agrupen en asociaciones de escépticos o demás), sino que como señala Carolina Moreno en El País “Los divulgadores deberían ser menos talibanes científicos” | Ciencia | EL PAÍS (elpais.com) los medios cada vez son más escépticos.  

En el campo de las pseudoterapias, se encuentran agrupadas una serie de técnicas o aproximaciones que son muy diversas y tienen también muy diferente credibilidad y aceptación entre la sociedad general, aunque esta aceptación es también distinta en función de aspectos culturales o sociales. Además, a menudo existe una confusión de términos y conceptos, como ocurre en el caso de la homeopatía, en el que al menos parte de los usuarios piensan que están consumiendo productos naturales (confundiéndolo en numerosas ocasiones con la fitoterapia). 

El papel de la divulgación en temas relacionados con las pseudoterapias no debe ser, como menciona la Dra. Moreno en la entrevista el de "talibanes científicos" en cuanto utilicen sus conocimientos científicos para increpar a los usuarios de estas pseudoterapias y a los promotores de las mismas. Si bien es cierto que aún algunos perfiles llevan a cabo una divulgación bastante agresiva esto no es mayoritario, y en los últimos años la divulgación ha tomado un camino más dialogante. 
Es evidente que pseudociencias como la homeopatía son un negocio para aquellos implicados en su promoción, y que hay algunos usuarios que son extremadamente favorables a la utilización de pseudoterapias frente a terapias convencionales. A ninguno de ellos es probable que los convenzamos, ni a través de la divulgación ni a través de ningún otro medio de abandonar la práctica de estas pseudoterapias. El camino ahí, a mi juicio, se debería dirigir a implantar políticas que impidan (y castiguen) la usurpación de profesiones sanitarias y de comercialización de productos que no cumplan los requisitos médicos y legales adecuados.
Imagen de Jose R. Cabello en Pixabay 


 
Sin embargo a la divulgación le queda una tarea grande y agradecida, que consiste en explicar a todos aquellos que utilizan una pseudoterapia qué es lo que de verdad promueve, y por qué sus fundamentos no se sostienen. Según mi experiencia personal, cuando contamos informalmente el nacimiento de la homeopatía (que no es milenaria), hablamos de la selección de los compuestos de partida (como el muro de Berlín para combatir la ansiedad) y de las diluciones sucesivas potenciadoras de la actividad del tratamiento (de paso señalando que ya no se golpea sobre una biblia de cuero) la mayor parte de la  gente alcanza por sí misma una conclusión propia y se siente estafada. Y cuando han recibido la recomendación de un profesional farmacéutico la sensación no hace si no magnificarse. 

La ciudadanía está capacitada para llegar a sus propias conclusiones, si cuentan con los datos de partida suficientes, no debemos caer en las suposiciones iniciales que menciona Moreno al principio del artículo, que coincide con la postura clásica de alfabetización científica que asumía que la falta de aprecio o interés por la ciencia se debía a falta de conocimiento.  Esta capacidad hay que entrenarla desde la escuela. Además, la construcción de un pensamiento o una creencia viene influida por mucha información de distinto origen, por tanto ahí la divulgación científica amable tiene un papel para que pueda ser considerada como una fuente adicional, y que pueda ser considerada una fuente fiable. Esta divulgación no debería quedarse en los datos concretos de cada pseudociencia sino ir un poco más allá y atacar el último reducto, el "ya, pero... a mí me funciona".

Con esto no vamos a convencer a nadie


Para atacar esta afirmación es necesario un gran esfuerzo adicional y en ese esfuerzo hay que incluir aspectos relativos a cómo se construye la ciencia y la diferencia entre lo que es y no ciencia. En ese sentido el texto de Popper resulta clarificador, en cuanto todas aquellas teorías en las que cualquier suceso individual puede aplicarse para reforzarla deben ser consideradas pseudociencias. 


Al incluir las Ciencias Sociales y Humanidades en el modelo de ciencia puede que la distinción entre ciencia y pseudociencia se vea afectada, pero en pequeña medida. Hay que destacar que la ciencia cada vez está más interconectada y que ninguna de las disciplinas prevalece sobre otra. Esta implicación de unas disciplinas en otras permite, desde mi punto de vista que sea más sencillo detectar pseudociencias también en estas disciplinas sociales y humanas.




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